UNA MARCA ESPAÑOLA SE MIDE —Y MEJORA — A FENDER Y GIBSON E IBANEZ
Dos emprendedores españoles construyen a mano algunas de las guitarras más exclusivas del mundo. Su cuerpo es de aluminio, lo que las hace únicas y muy deseadas. Esta es su historia
“Tócala otra vez, Alberto”, le empuja el periodista al lutier, músico, compositor y artista Alberto Martín, que yace en una silla, feliz y concentrado, rasgueando y rasgueando un fantástico blues improvisado mientras transcurre una tranquila tarde semanal en el piso de arriba de un chalé anclado justo en el punto que separa Madrid de su extrarradio. Aparte del periodista y el fotógrafo, otro invitado, Patxi Varas, observa atento, absorto, como hipnotizado, la maestría de Martín con los dedos. “Su nivel y destreza son impresionantes”, relata Varas, que conoció a Alberto Martín hace ya algún tiempo. Muy afi cionado a la música, y a las guitarras en concreto, Varas se dio el capricho un día de comprar una guitarra customizada, que debía ser perfecta… Pero no funcionaba. “Empleé mucho dinero en esa pieza, que se suponía que era única, y no me funcionaba. Preguntaba y preguntaba al vendedor y me decía que era la humedad de la calle, que la guitarra tenía que hacerse y que luego se estabilizaría”, explica. Pero, como fuera que Varas no recibía una respuesta satisfactoria —y, sobre todo, su guitarra seguía sin funcionar—, se puso a buscar dónde había un buen lutier que le echara un ojo al instrumento nuevo. Ese lutier fue Alberto Martín, quien no sólo ha trabajado muchos años como artesano en la conocida firma Gibson. También ha compuesto la música de decenas de películas, tiene 300 canciones registradas, ha producido y grabado discos, tocado en grupos… Un número uno en lo suyo, a fin de cuentas. “Efectivamente, Alberto me confirmó que la guitarra que había comprado estaba mal. Y ya de paso empezó a darme clases, que falta me hacía”, señala Varas mientras acaricia una de las guitarras que producen a mano. Patxi Varas cuenta que un día, entre clase y clase, le preguntó a Alberto Martín que por qué las guitarras se fabricaban en madera, y no con otros materiales, como aluminio o acero. “Sólo las sé hacer así”, respondió Martín, quien asiente con la mirada. Varas, por su profesión, tenía acceso a materiales como el aluminio, y le propuso a Alberto Martín una idea: aprovechar su enorme talento como lutier para construir guitarras de aluminio a mano y a la medida absoluta del cliente. Ese mismo día nació Pamito Guitars.
Probando, probando Desde ese momento y hasta hoy, a Pamito Guitars le llueven los pedidos de guitarras. Y no sólo en forma de compra. Músicos de toda índole, de primera línea, han utilizado sus guitarras artesanales con cuerpo de aluminio para tocar en conciertos y para grabar sus discos. “La diferencia de estas guitarras con una de madera es que el cuerpo, al ser de aluminio, efectúa una serie de resonancias, recogidas por las las pastillas del instrumento, que producen más armónicos que en una guitarra normal, luego es más completa”, reseña Varas, quien puntualiza que “también pesan menos, un kilo y medio menos de media, lo cual influye mucho para un guitarrista en un concierto, por ejemplo”. Todo el trabajo para construir una de las guitarras Pamito respira artesanía. Para rematar el cuerpo de aluminio pulido se utiliza, por ejemplo, una imprimación específica que posibilite un agarre perfecto de la pintura utilizada, que no suele ser convencional debido a los pedidos que reciben. “Los acabados con forma de piedra y granito son muy comunes, aunque damos un acabado con prácticamente cualquier tipo de técnica que pueda imaginar. Algunos artistas plásticos incluso han efectuado terminaciones de la guitarra con un cepillo de dientes, e incluso con sus propias manos… Consiguen efectos increíbles”, resume Patxi Varas. Alberto Martín, que está enfrascado en la explicación de cómo elabora las guitarras paso a paso con el fotógrafo de Fleet People, hace un aparte y muestra al redactor la cejuela (o cejilla, la pieza que se sujeta al mástil de la guitarra) de una de sus creaciones.
Vocación exterior. Tanto el lutier Alberto Martín (página de la izquierda) como Patxi Varas tienen claro que el negocio principal proveniente de sus guitarras hechas a mano está lejos de las fronteras de España. En este momento ya reciben más pedidos del extranjero que en la península. ¿Llegarán acuerdos de comercialización con terceros en otros países? Martín y Varas no lo descartan, pero siempre que se respete la esencia pura de un modelo artesanal propio que no les permite producir más de un tope de entre 20 y 25 unidades por mes. “A partir de esa cifra, tendríamos problemas con nuestro modelo de producción actual, que es lo que nos identifica”, sostienen.
Artesanía vs industrialización “Mire, estamos hablando de que guitarras tan reputadas como Gibson o Fender fabrican la cejuela en plástico y con un molde. Yo lo hago a mano con un hueso de vaca esterilizado, que es infinitamente mejor, y midiéndolo todo. Sólo para este trabajo a mano tardo un mínimo de tres horas. Para mi, en resumen, se trata de hacer las cosas bien, sin industrializarlas, y le puedo asegurar que el que entiende lo valora y valora el tiempo y los materiales que utilizamos”, afirma Martín, quien lamenta que “ahora te compras una guitarra de 5.000 o 6.000 euros y viene con cejuela de plástico, sin ajustar, tal cual”. Otra de las cualidades del uso del aluminio en las guitarras de Pamito es que, al ser metálica, este tipo de instrumento está totalmente apantallado, por lo que no hace ningún tipo de ruido al ser enchufada, lo que siempre es molesto. En las normales, sí que se producen hace ruidos, no están aisladas. De todo el proceso artesanal de la guitarra de aluminio, únicamente existe un punto que no se fabrica con las manos en Pamito. “Lo hacemos todo excepto el clavijero [el extremo que sirve de sustento a las clavijas que regulan el instrumento], que lo compramos hecho. El resto es cien por cien artesanal. Trabajamos los puentes, cepillados y pulidos, incluyendo sus propios defectos, y queremos que sea así para que se entienda que no es un producto industrial”, continúa Patxi Varas, que apunta que el trabajo en sus guitarras no concluye cuando se entrega la pieza al cliente. “El periodo de ajuste del instrumento es el más difícil. Alberto puede tardar un día en asegurar que la guitarra está bien ajustada, y no la suelta durante las dos semanas posteriores a su fabricación para comprobar que todo está en orden, que no se desestabiliza, aunque esto es muy difícil por que el mástil está sujeto a un taco de aluminio, que no reacciona ante la humedad como la madera”, destaca.
LA CONSTRUCCIÓN EN ALUMINO, CASI UN SECRETO DE ESTADO
A tanto no llega, pero Alberto Martín y Patxi Varas son conscientes de que el método de construcción único del cuerpo de sus guitarras a partir de aluminio es la clave de su negocio, y por ello guardan con celo el secreto artesanal que posibilita la creación de los instrumentos. De hecho, la cita con el periodista no es en el taller principal del lutier, sino en otro. Y la foto que acompaña este texto, con el cuerpo de la guitarra en aluminio raíz, sin imprimar, se muestra del reverso, sin que se pueda ver la boca de sonido del frente, con el fi n de no facilitar pistas a la competencia.
Dos meses de trabajo En conjunto, y desde que el cliente hace su pedido hasta que recibe su guitarra, pasan dos meses. “Sí, pero trabajando en el producto 10 horas al día”, remata Alberto Martín. Los precios de las guitarras Pamito arrancan en 4.200 euros y la más cara, normalmente, no llega a 6.000 euros, explica Patxi Varas a Fleet People. ¿Normalmente? Pregunta el periodista. “Sí”, asegura Varas, sacando de una funda especial una guitarra que, aparentemente, está acabada en madera a los ignorantes ojos del redactor. “Normalmente, porque hacemos algunas piezas especiales para clientes especiales, como ésta terminada en madera de Okola”. La guitarra de Okola (un árbol africano cuya madera es muy apreciada en la ebanistería de lujo, similar a la caoba de Cuba) en cuestión se ha vendido por 10.000 euros, y su gran problema no sólo reside en el precio, sino en que es difícil encontrar partidas de este material porque necesita de 50 años de secado para ofrecer un rendimiento óptimo. “Este tipo de productos nos diferencian del resto”, explica Varas. En este momento, Pamito ya ha cruzado el rubicón del mercado nacional y venden más guitarras en el extranjero que en su propia casa. Con una producción de entre ocho y 12 unidades al mes, apurando al máximo podrían llegar a entre 20 y 25 unidades por mes. “A partir de ahí, tendríamos problemas con nuestro modelo de producción al ser totalmente artesanal”, reseña Varas, a quien hace poco, como a Alberto Martín, un cliente les exigió confi dencialidad absoluta para que guitarra elegida, una vez terminada, no puediera ser vista por nadie más que por él mismo, su propietario y comprador. Una genuina cuestión de exclusividad, claro está.
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